14 de agosto de 2012

Y por fin...Vietnam

Nuestras últimas horas en China las hemos pasado en Kunming, después de un viaje más en sleeper bus desde Lijiang (ciudad turística donde las haya), encajonados en esas "literas" minúsculas, y una vez más, llegando al destino antes de que la ciudad amaneciera, esta vez a las 5:15 am, por lo que tocó esperar hasta las 6 de la mañana en la parada de autobús, ubicada en una calle muy oscura, mientras nos comíamos unas salchichas insípidas a modo de desayuno improvisado, hasta que apareció el autobús que nos llevaría hasta el hostel. Unas vueltas para encontrar el hostel (puesto que las indicaciones que nos dieron por mail decían que estaban al noroeste de una plaza y en realidad estaban al sureste, los chinos son malos hasta para saber donde viven), una vuelta por los alrededores para hacer tiempo mientras estaba disponible nuestra habitación, y finalmente una merecida ducha y posterior cerveza (por fin fría...¡SIIIII!...otra cosa que también escasea en China) y una buena hamburguesa, todo ello amenizado por Marc, un simpático inglés que llevaba una borrachera tremenda y así siguió todo el día ¡vaya crack!

Y lo más importante, conseguimos los billetes de autobús que suponían nuestra puerta de salida de China para el día siguiente (7 de agosto), ¡un gran día!

A las 9 de la mañana ya estábamos en el autobús, nos esperaban 8 horas (si todo iba bien) de camino hasta Hekou (o eso creíamos), ciudad que hace de paso fronterizo con Vietnam. Como había sido habitual durante nuestra estancia en China, éramos los únicos "guiris" del autobús, lo cual se nota inmediatamente en cuanto la marabunta de chinos baja del autobús en la única parada que éste hizo, pues es poner un pie a tierra y es un no parar de sonidos guturales procedentes de lo más recóndito de sus entrañas hasta culminar en una increible performance de escupitajos que no cesa hasta que vuelven a subir al autobús...perdón, en el autobús continua. ¡Es realmente asqueroso! Los chinos son lo más guarro que nos hemos encontrado nunca...




Unas horas más tarde ya estábamos cerca de la frontera, pasando por unos parajes realmente impresionantes, hasta llegar a un peaje al final de la autopista, en donde el autobús paró para que subiera un "amable" policía que se llevó nuestros pasaportes (en ese momento hizo acto de presencia el verdadero acojone), pero en unos minutos los tuvimos de vuelta y pudimos continuar hasta "cerca" de Hekou. El autobús no paró en el mismo pueblo, sino a unos 5-6 km, cosa de la que no teníamos ni idea, pues hicimos caso (nuevamente equivocadamente) de la Lonely Planet, que decía que la frontera se encontraba a 150 metros de la estación de autobuses. Pues no. Gracias a la ayuda de un amable chino, pudimos coger un microbus que nos llevó hasta el verdadero pueblo de Hekou y nos dejó en el mismo puesto fronterizo. Una vez allí, el trámite nos llevó tan solo unos minutos y pudimos cruzar a pie e ansiado puente sobre el río Rojo que nos llevaría hasta Lao Cai, por fin en Vietnam.







Eran las 5 de la tarde y queríamos ir hacia Sapa, pero por desgracia ya no había microbuses que circularan hasta allí hasta el día siguiente, y aunque por la calle todo el mundo se ofrecía a llevarte bien en mototaxi, en furgoneta o en taxi, los precios que nos pedían eran abusivos y decidimos pasar noche en Lao Cai. Conseguimos una pensión a muy buen precio gracias a la ayuda de unos turistas españoles a los que abordamos en las inmediaciones de la estación de tren, y ya solo faltaba una ducha antes de poder disfrutar de unas cervezas bien fresquitas, que en Vietnam, a diferencia de China, abundan.

Y a la mañana siguiente hacia Sapa, ¡a la conquista del Fansipan!

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