La esencia de Vietnam

En Vietnam todo es susceptible de ser copiado. En cualquier rincón encuentras una imitación, da igual de qué se trate, ellos ya lo habrán copiado...pero en esta ocasión fueron demasiado lejos.

Bahía de Halong

Vendedora ambulante en medio de la Bahía de Halong.

Angkor Wat

Visitando el edificio principal del recinto de Angkor, al que da nombre. Un edificio majestuoso, bello y lleno de historia.

Annapurna Circuit

Caminando por el Himalaya, rodeando el macizo del Annapurna, encontramos recónditos e increibles paisajes como el valle donde se encuentra el colorido pueblo de Tal.

Himalaya indio

Impresionantes vistas aéreas de los picos nevados de la cordillera del Himalaya en su parte más oriental, al norte de la India, en Ladakh.

1 de abril de 2013

Circuito del Annapurna. Tatopani-Pokhara


Salir de Tatopani no resultó tarea fácil. Los días previos había habido un corrimiento de tierras que había cortado la carretera, por lo que el transporte hasta Beni estaba interrumpido. A nosotros no nos vino mal del todo porque ya pensábamos pasar un par de días allí, pero aun así resultó un incordio. Nadie sabía con seguridad como debíamos hacer para llegar a Beni (pueblo desde donde cogeríamos el autobús de vuelta a Pokhara), y las informaciones que nos daban unos se contradecían con las que nos daban otros. Además, Tatopani no tiene estación de autobuses como tal, tan solo tiene una parada donde se supone se detienen los autobuses y jeeps, pero durante dos días solamente iban en dirección a Jomson, ninguno al sur.

El día de nuestra partida, después de varias pesquisas y mucho insistir con las mismas preguntas hasta aburrir al personal, medio entendimos que debíamos ir caminando durante una hora hasta el punto donde la carretera estaba cortada y subirnos a uno de los autobuses que estarían esperando al otro lado. Nada más lejos de la verdad. Salimos de Tatopani caminando por la carretera hasta Ratopani, en donde el camino se bifurca, hacia la izquierda sigue en dirección a Poon Hill y Naya Pul, y hacia la derecha sigue la carretera hasta Beni. Continuamos pues por la carretera, atravesando el Ratopani, y continuando media hora más hasta que llegamos al lugar donde la carretera estaba cortada. Allí pudimos comprobar que habían hecho un pequeño bypass para reabrir el tráfico, aunque en ese mismo momento un camión se había quedado atrapado por el barro y la carretera había quedado nuevamente cortada. Preguntamos a los vehículos que estaban allí parados y nos indicaron que siguiéramos recto unos metros hasta encontrar unas casas donde se suponía que paraba el autobús que iba a Beni. Al llegar al lugar en cuestión, nadie sabía nada de ningún autobús. Volvimos hacia atrás para averiguar si alguien nos llevaba, pero todos los autobuses iban hacia el norte. Así pues, ante esta coyuntura decidimos ir caminando dirección a Beni con la intención de parar en Tiplyang y ver si allí podíamos encontrar un transporte, aunque sin mucha esperanza. Pero ese día los dioses estaban de nuestro lado, y al poco rato de reemprender la marcha pasó un jeep vacío, ¡aleluya!, e iba hacia Beni. Era nuestro día de suerte. Subimos y por 150 rupias por cabeza nos llevó hasta la estación de autobús de Beni. Allí, muy amablemente, el conductor nos enseñó donde debíamos comprar los billetes de autobús para evitar que furgonetas y taxis nos engañaran, y en media hora cogimos un autobús público que nos llevó a Pokhara por 200 rupias por persona. Todo un éxito. Después de unas cuantas horas de viaje, el autobús nos dejó a unos dos kilómetros de Lakeside, en una rotonda, y tuvimos que caminar un buen rato antes de llegar al hotel donde habíamos dejado el resto de nuestro equipaje antes de iniciar el trekking.

Una vez en el hotel pudimos comprobar aliviados que todas nuestras pertenencias estaban intactas, ¡perfecto! Lo malo es que solamente tenían una habitación libre y habían subido el precio, supuestamente a causa de la celebración del festival de Dasain, aunque todavía faltaban unos días para que empezara. Como el dueño del hotel estaba cabreado con nosotros por haber hecho el trekking por nuestra cuenta y no haberle contratado ningún tour, no quería rebajarnos nada. Al final conseguimos que nos dejara la habitación por 700 rupias en lugar de las 1000 iniciales que nos pedía, y por no buscar más, aceptamos. Aunque al día siguiente cambiaríamos de hotel. Una vez reinstalados y decentemente duchados nos dimos un homenaje con unas buenas pizzas y unas birras fresquitas para celebrar el final del trekking.

Circuito del Annapurna. Ghasa-Tatopani


Iniciamos temprano la que sería, desgraciadamente, nuestra última etapa del trekking y que nos llevaría hasta Tatopani, donde disfrutaríamos de un par de días de relax antes de volver a Pokhara. Empezamos a caminar y descubrimos donde habíamos dormido era el primer asentamiento de Ghasa, pues como viene siendo habitual el verdadero núcleo urbano se encontraba más adelante, a un kilómetro de distancia, donde hay un par de alojamientos de mejor calidad, un curioso cuartel militar, muy rústico y desvencijado, y posibilidad de subirse a algún autobús que te lleve hasta Tatopani o incluso Beni.

Seguimos las calles empedradas que atraviesan el pueblo, evitando la carretera, cruzando un puente colgante a la salida del pueblo que nos lleva por el margen este del río, atravesando pueblos de montaña tan curiosos como Kopchepani (1480 m) y Gadpar (1420 m), donde se hacían visibles las consecuencias de la endogamia de estas poblaciones, divisando Dana (1400 m) desde lo lejos, al otro lado del río, hasta que llegamos al enésimo puente colgante que nos devolvería a la carretera para llegar a Tatopani (1200 m) en veinte minutos. Un total de cinco horas de caminata y ochocientos metros de descenso para llegar a nuestro punto final del trekking después de 230 kilómetros totales. Contentos de haber llegado hasta aquí y muy tristes por tener que marcharnos sin haber subido a Poon Hill, que dejaríamos para otra ocasión.

A Tatopani llegamos con la intención de pasar un par de días para descansar y relajarnos en sus aguas termales, de las que nos habían hablado bastante bien. Nada más llegar, sin tregua, fuimos en busca de hotel. Tatopani es un pueblo pequeño pero con bastante oferta hotelera, pero tiene un grave problema, ya que en todos los hoteles te ponen una condición para que te puedas alojar en ellos, y es que hagas todas las comidas en el mismo hotel ¿¡pero están locos?! No había manera de hacerles cambiar de opinión. Daba igual que tuvieran el hotel vacío, o comías allí o no te daban habitación. Nos recorrimos todo el pueblo y encontramos uno que sí nos daba alojamiento sin condiciones. Solamente tenía un problema, era una verdadera pocilga, así que seguimos la búsqueda. Al final, un poco desanimados, desesperados y cabreados, después de una larga negociación, conseguimos que nos dejaran una habitación en el último alojamiento del pueblo, al “módico” precio de 300 rupias, pero con la libertad de poder comer donde se nos antojara (pues en Tatopani hay un par de restaurantes mucho más baratos que los hoteles).

Cansados después de la fatigante búsqueda hotelera, nos pusimos el bañador y fuimos a las termas dispuestos a darnos un relajante baño. Pagamos 60 rupias por la entrada. Las termas constaban de dos piscinas, de las cuales una estaba vacía. La que tenía agua…¡estaba ardiendo! A ver quién era el guapo que se metía ahí dentro. Nuestras ilusiones de bañarnos hasta estar más arrugados que unas pasas se fueron al traste. Pero no podíamos irnos de allí sin bañarnos, haciendo gala de nuestra tozudez, fuimos entrando poquito a poco. Primero la punta del pie. Después el pie entero. Luego las piernas. Y así hasta conseguir meternos de cuerpo entero unos minutos y salir rápidamente antes de escaldarnos. Repetimos el proceso varias veces y al final disfrutamos de nuestro “baño de placer”. No era lo que esperábamos pero tampoco estuvo tan mal.

Los dos días que pasamos en Tatopani nos dedicamos a levantarnos cuando nos apetecía, sin madrugones, a dar paseos por los alrededores (cortos, no había mucho que rascar por allí), remojarnos los pies en la gélida agua del río y comer bien, muy bien. Un buen final para el trekking.

Circuito del Annapurna. Kalopani/Lete-Ghasa


Nos despertamos con la asombrosa vista matutina del Annapurna. Desayunamos un chocolate caliente y nos ponemos en marcha camino a Ghasa. Una vez conseguido el objetivo de ver el Annapurna decidimos afrontar los días restantes con tranquilidad y acabar el trekking en Tatopani. El día es soleado, como hasta ahora la mayoría, por fortuna, y salimos carretera abajo. A las primeras de cambio, tomando un pequeño atajo, resbalo y me doy un leñazo de narices, afortunadamente sin más consecuencias que unos pequeños rasguños en las manos y un pequeño golpe en el costado izquierdo. La mochila amortiguó la caída. El resto del camino es corto y muy cómodo, en constante y progresivo descenso. En hora y media nos plantamos en Ghasa (2010 m) y, tal como habíamos previsto, nos detenemos aquí. Negociamos el precio de la habitación por 100 rupias (1 euro), nos damos una ducha de agua caliente (después de cambiar un par de veces las bombonas de gas) y cogemos nuestras tarjetas TIMS para ir a registrarnos al puesto de control.

Una vez hechos los “deberes” nos damos un paseo por los alrededores del pueblo, por unos pequeños campos dispuestos en terraza, para respirar un poco de naturaleza, bosques y prados, estirarnos un buen rato en la hierba y disfrutar de la tranquilidad del lugar mientras tomábamos el sol.

El resto de la mañana la pasamos en la terraza del hostal soleándonos y dejando pasar el tiempo sin más. Por la tarde unas partidas de cartas bajo la luz de las velas esperando la hora de cenar y a dormir. A la mañana siguiente a Tatopani y sus termas.

Circuito del Annapurna. Tukuche-Kalopani/Lete


Después de un buen desayuno y comprobar sorprendidos que nos dejaban la habitación gratis, continuamos el camino en dirección a Lete. Abandonamos el encantador pueblo de Tukuche por la polvorienta carretera siguiendo las indicaciones del dueño del hotel. Llegamos a Khanti/khobang (2640 m) y ¡sorpresa! De repente aparece completamente el Daulaghiri y una vez más, nos quedamos embobados ante una mole de semejante belleza. Tiramos unas fotos y proseguimos la marcha a través de las calles empedradas del pueblo de Larjung, otro precioso pueblo, para continuar por la carretera hasta llegar a un puente colgante que cruza el río llevándonos a su margen oriental, donde el camino continúa, ya alejado de la carretera, pasando por Kokhetanthi (2525 m), en donde la ruta sigue un pequeño y bonito sendero que se continúa hasta Dharmu, tras el cual llegamos en poco tiempo a otro puente colgante que nos devuelve a la carretera y nos permite ver, por primera vez, el Annapurna I, con sus 8091 metros, de forma nítida y clara. ¡Hemos conseguido ver el Annapurna! Lo veníamos persiguiendo desde el Thorong-La con algo de nerviosismo. ¡Qué espectáculo tan grande! Sacamos tantas fotos como para llenar un álbum al completo y continuamos por la carretera, llegando a Kalopani (2535 m) en diez minutos. Encontramos hotel rápidamente. Un hotel de auténtico lujo y con la mejor ubicación posible, con las vistas del Daulaghiri a un lado, y las del Annapurna al otro, desde la propia habitación. ¡Qué más se puede pedir! ¿Cómo lo celebramos? Con una Everest bien, bien fresquita mientras tomábamos el sol en el jardín del hotel con la vista del Annapurna frente a nosotros.

Circuito del Annapurna. Jomson-Tukuche


“Estoy en todas partes y en todas las cosas. Soy el sol y las estrellas. Soy tiempo y espacio y soy Él. Cuando estoy en todas partes ¿dónde puedo moverme? Cuando no hay pasado ni futuro, y yo soy existencia eterna, entonces, ¿dónde está el tiempo?”

                                               Evans-Wentz (Tibetan Yoga and Secret Doctrines)


Después del calvario del día anterior decidimos realizar una etapa corta que nos llevaría hasta Tukuche. El problema era encontrar un camino que evitara la carretera principal y con ello evitar tragar polvo. Como en teoría solamente necesitaríamos tres horas de camino nos lo tomamos con calma. Gran error, pues no contamos con que el maldito viento del “valle del infierno” empezaría a atormentarnos a las 10 de la mañana.

Después de mucho preguntar y no obtener una respuesta concreta tuvimos que deducir el camino que evitaba la carretera y conseguimos llegar a Marpha (2670 m) atravesando campos de cultivo, puentes, trozos de carretera y campo a través, pues la senda prácticamente no estaba indicada. Antes de alcanzar Marpha divisamos el enorme templo de Sanga Choling que domina el pueblo, y continuamos el camino siguiendo a los rebaños de cabras que nos hacían, nuevamente, tragar más polvo. Entretanto el viento empezaba a soplar. Afortunadamente, al final de Marpha apareció un puente tras el cual el camino giraba a la izquierda y se resguardaba por un bosque a su paso por Chhairo, con su templo en ruinas, protegiéndonos del viento. El camino continuaba por debajo de Chimang, un pueblo enclavado en lo alto de un montículo, hasta que llegaba a un puente colgante donde un panel informativo indicaba que podías continuar el camino hasta Tukuche por ese lado del río y así evitar la carretera. Así pues, alentados por las primeras vistas del Daulaghiri (8167 m) en nuestro afán de cruzar el maldito Kali Gandaki, continuamos adelante hasta que comprobamos que era totalmente imposible cruzar el río, por lo que después de caminar un kilómetro más decidimos dar la vuelta en busca del puente con el jodido panel informativo (¡quién demonios pintó ese cartel! Nos hubiera gustado tenerlo delante en esos momentos), con Diana calada hasta la cintura por una caída en el río, botas incluidas, y con el asqueroso viento del “valle del infierno” que aún no se había percatado de que no queríamos ser sus amigos. Y para colmo, empezaba a llover. Se habían alineado los planetas en nuestra contra, o eso parecía. Finalmente conseguimos volver al puente y, en media hora llegamos al fin a Tukuche (2590 m) después de cinco horas, cuando deberíamos haber tardado tan solo tres. En fin…

Encontramos habitación en el primer hotel del pueblo, y menuda habitación, un auténtico lujo, con baño, ducha y agua caliente, todo por 400 rupias (algo caro, pero a partir de Jomson los precios subían bastante con respecto a los del resto del trekking) y escrupulosamente limpio. Se llamaba High Plains Inn (www.highplainsinn.com). Los dioses nos habían recompensado. Más tarde comprenderíamos porque el hotel era tan fantástico, y es que el propietario era un hombre alemán que se casó con una nepalí, montó su negocio y se quedó a vivir en Tukuche, en medio de la nada.

El pueblo está semiabandonado a pesar de tener no pocos habitantes, y cuenta con una escuela de primaria y un pequeño templo donde todavía residen unos cuantos monjes. Pero desde que se construyó la carretera Beni-Jomson el turismo ha caído en picado (igual que en muchos pueblos en su trayecto) y se ve casi vacío, aunque a nosotros estábamos encantados de poder disfrutar de tanta tranquilidad. Es un pueblecito rústico, sosegado, con vacas campando a sus anchas, niños jugando en cualquier rincón y estrechas y solitarias calles empedradas por donde pasear serenamente a los pies del Nilgiri, con el Daulaghiri asomando y un chorten enorme de lo más peculiar. Nos hubiéramos quedado un par de días sin hacer nada en este lugar, pero debíamos continuar el camino en busca del Annapurna.

Circuito del Annapurna. Muktinath-Jomson




A pesar de haber superado el paso de Thorong-La y la parte más dura del trekking, éste no había terminado todavía. Nos quedaban por delante unas cuantas etapas más. El día siguiente nos levantamos temprano para coger la directa hacia Jomson, ya que debíamos llegar lo antes posible para que Fran pudiera reservar un vuelo a Pokhara para el día siguiente o bien algún tipo de transporte terrestre y asegurarse la llegada a Kathmandú con tiempo suficiente antes de coger su vuelo de vuelta. Ya nos abandonaba…

Salimos a las 7 de la mañana en dirección a Kagbeni (2800 m), realizando una continua bajada hasta que llegamos a una loma desde donde ya pudimos divisar el curioso pueblo (idealizado y muy sobrevalorado por los comentarios de la Lonely Planet) y por primera vez el maldito, como comprobaríamos a continuación, valle del Kali Gandaki. Desde esta atalaya pudimos disfrutar de una imponente vista de los Nilgiri norte y central así como de Kagbeni y de la parte norte del valle del Kali Gandaki. Tras unos minutos de disfrute personal bajamos hasta Kagbeni y continuamos por la carretera en dirección a Jomson hasta llegar a Eklebhatti (2740 m), también llamado Old Kagbeni, un asentamiento donde solamente encuentras cuatro hoteles como únicas edificaciones, muy desolador. Eran las 11:15 horas. Descansamos diez minutos y reanudamos la marcha por el valle del Kali Gandaki o el “valle del infierno”, como le llamaríamos a partir de ahora (también lo llamábamos otras maneras no aptas para publicar en un blog).




Habíamos leído infinidad de blogs y guías de viaje y en ninguna de ellas se comentaba que en este valle de mierda hace un viento inhumano que levanta unas nubes de polvo de altura, fuerza y espesor inimaginables que imposibilitan la visión más allá de 10-15 metros ¡ya podía alguien decir algo al respecto! ¡Manda huevos! Se suponía que debíamos tardar una hora y media en llegar a Jomson desde Eklebhatti, pero finalmente fueron dos horas y media y aún tuvimos mucha suerte. El camino hasta Jomson (2720 m) discurre por el lecho (en esa época seco) pedregoso del río. En época de lluvia puede ser intransitable por las crecidas del río. La ventisca que nos acompañó todo el camino, unida a las nubes de polvo que nos impedían ver incluso tres en un burro no nos dejaban más opción que ir con ataviados con nuestros gorros, a pesar del calor, y las bragas en la cara, dejando únicamente al descubierto los ojos, que cubrimos con las gafas para evitar, en la medida de lo posible, que nos entrara polvo. ¡No veíamos una mierda! Costaba incluso caminar, pues íbamos en dirección contraria al viento. Trabajo nos costó llegar a Jomson, llenos de polvo, de auténtico color marrón. En la vida he tragado tanto polvo…¡menudo calvario!


Una vez en Jomson, pasado el mal trago, ya a salvo, no hubo momento para relajarnos. A nuestro amigo Fran le entraron las prisas y cogió un autobús que le llevaría a Ghasa con la esperanza de llegar a Pokhara el mismo día o al día siguiente, todo ello sin casi tiempo de recuperar el aliento.


Tras la breve despedida había que buscar hotel. En principio, Jomson es la capital y centro comercial de la región y por lo que habíamos oído, esperábamos encontrarnos un pueblo con más movimiento. Todo lo contrario. Se trata de un pueblo extremadamente feo, poco acogedor y sin encanto alguno, y para colmo, con el añadido de padecer los azotes del viento al estar situado en pleno “valle del infierno”. Además está muy mal estructurado. Si quieres encontrar alojamiento debes caminar un kilómetro hasta encontrar un puente de madera, cruzarlo, y continuar recto otro kilómetro para llegar a la zona donde se concentra la oferta hotelera, que contrariamente a lo esperado, ofrece unos precios totalmente desproporcionados. Después de un buen rato de investigación encontramos una habitación por 300 rupias justo enfrente del centro de registro de la ACAP. Realmente es un pueblo para pasar de largo y continuar hasta Marpha, mucho más acogedor. Nosotros decidimos pernoctar en Jomson por lo tarde de la hora y porque no nos apetecía seguir tragando más polvo, ya habíamos tenido bastante.

Circuito del Annapurna. High Camp-Thorong La Pass-Muktinath





“El resto de criaturas miran abajo hacia la tierra, pero al hombre se le dio una cara para que pudiera volver sus ojos hacia las estrellas y elevar la mirada al cielo”


                                                                                                                       Ovidio (Las Metamorfosis)


Y al fin llegó. El día más duro del trekking y el más emocionante. Superaríamos los 5000 metros de altitud y llegaríamos a los 5416 metros en el paso del Thorong-La.

Hemos amanecido a las 5:30 de la mañana con un paisaje nevado y una vista del Annapurna III y el Gangapurna bajo un cielo azul oscuro iluminado por los primeros rayos de sol realmente sobrecogedora. Un buen desayuno y en marcha. Hacía un frío que se las pelaba. Los dedos de los pies se me congelaban e intentaba moverlos mientras caminábamos para hacerlos entrar en calor, hasta que con ayuda del sol y el ejercicio empecé a notar el intenso dolor de la reperfusión que por otro lado resultaba aliviador.

En seguida llegamos a los 5000 metros, justo después de cruzar un puente metálico, y como no, nos sacamos una foto para conmemorar el hito. Poco después llegamos a una casa de té donde hicimos un alto en el camino, tomamos algunas fotos y nos congelamos un poco más las manos. Todavía quedaban casi 400 metros de desnivel y la altura se dejaba notar. Afortunadamente nos encontramos en mejor condición de la que esperábamos y subimos a buen ritmo pero sin forzar demasiado la marcha mientras vemos las caras desencajadas de muchos trekkers que suben agonizando por llevar un ritmo demasiado alto. Esto nos hace bajar un poquito el pie del acelerador para evitar que nos pase lo mismo. No tardando mucho alguno de ellos acaba subiendo a uno de los numerosos caballos que esperaban ansiosos en medio del camino a que los montañeros desfallecieran, y por algo estaban ahí, pues son muchos más de los que esperaba los que optan por este medio de transporte. Nosotros seguimos ascendiendo bajando un poquito más el ritmo para afrontar los últimos metros con calma y que no se nos haga la ascensión eterna. Y así continuamos hasta que en el horizonte asoman las miles de banderas de oraciones que indican que el Thorong-La está cerca. Quince minutos más y ¡por fin llegamos! Estamos en el paso de Thorong-La, a 5416 metros, los tres, con nuestras mochilas, sin guías ni porteadores. ¡Lo hemos conseguido! Sin ninguna duda es uno de los momentos más felices y especiales de toda mi vida. El viento y el frío intenso no amargan ni un ápice el momento. Foto por aquí, foto por allá, inmortalizamos el momento como se merece, tomamos un té calentito y ponemos rumbo a Muktinath. Aún nos quedan 1700 metros de descenso que se presupone largo, pero con la esperanza de ver por fin el Annapurna, que según nos había dicho un entrañable montañero de 72 años, aparecería poco después de pasar el Thorong-La. Lo que no sabíamos es que el hombre había errado sus cálculos y todavía nos quedarían varias jornadas antes de poder vislumbrar el Annapurna. Pero daba igual.

Continuamos el vertiginoso descenso mientras a lo lejos van apareciendo nuevas cumbres, que creíamos una era la del Annapurna. Más allá de la realidad, una vez en Muktinath nos dirían que lo que veíamos eran el Nilgiri norte (7061 m) y el Nilgiri central (6940 m), ¡qué lástima! Tendríamos que esperar unos días más para poder verlo y, con un poco de suerte, también el Daulaghiri. El descenso se hace largo, pero finalmente llegamos a Muktinath (3800 m) después de ocho horas de caminata. Encontramos un alojamiento fantástico sin dar muchas vueltas y nos damos una merecida ducha de agua bien, bien caliente. Finalmente celebramos la etapa trincándonos un filete de Yak y una cervecita entre los tres, que ya había ganas.
 
 

Circuito del Annapurna. Letdar-High Camp


“¡Es! ¡Existe! ¡Todo lo que es o fue o será está justo aquí en este momento! ¡Ahora!”

                                                               Peter Matthiessen (The Snow Leopard)

Nos despertamos con un paisaje nevado aunque por fortuna no lo suficiente para impedir nuestra marcha. El paisaje es abrumador, y hacer fotos una locura ¡qué frío! ¡Como para quitarse los guantes! Avanzamos por el lado derecho del río hasta cruzar una vez más un puente colgante, en esta ocasión muy resbaladizo a causa de la nieve, pero conseguimos cruzarlo sin incidencias. Vamos camino de Thorong Phedi en busca de nuestro desayuno, pues hemos salido a las 6 de la mañana para evitar a la maraña de gente y llevar algo de ventaja, ya que en nuestro destino del día, el Thorong High Camp se corre el riesgo de quedarse sin alojamiento si se llega demasiado tarde, las plazas son limitadas.

Llegados a una parte del camino un poco angosta me adelanto unos metros con la intención de no dejar pasar a nadie, ya que la gente no tiene ningún cuidado y tengo miedo que algún flipado me tire barranco abajo. Realmente estoy sorprendido por el tipo de turista que realiza este recorrido. Aunque los hay de todos los colores, hay mucho veinteañero que viene de fiesta y a fumar marihuana, mostrando muy poco respeto (por no decir ninguno) por el entorno, por los habitantes de la región y por el resto de personas que vamos a la montaña porque la amamos y respetamos. Curiosamente la gran mayoría de estos veinteañeros tiene la misma procedencia, que omitiré por razones obvias.

Una vez en Thorong Phedi nos tomamos un buen chocolate con leche calentito antes de la encarar la parte dura del día, la ascensión a High Camp, 350 metros de desnivel en apenas 2 kilómetros y a 4500 metros de altitud, casi nada. Y para darle más emoción al asunto, no paraba de llegar gente, por lo que había que darse relativa prisa si no queríamos quedarnos sin habitación (en un principio pensábamos que era una exageración, pero realmente las habitaciones se terminaron y hubo gente que durmió en la sala común e incluso alguno que decidió bajar a Thorong Phedi). Entonces, con el objetivo de no quedarnos a dormir en la sala común del lodge expuestos al frío, puse la reductora y viendo que tenía buenas sensaciones subí a un ritmo exigente por primera vez desde que empezamos el trekking, llegando a destino antes de que llegara la marabunta de gente y consiguiendo habitación. Objetivo cumplido y encima disfruté como un enano.

Después de hidratarme, dejar la mochila y recuperar el aliento, volví a bajar en una carrera para encontrarme con Diana y ayudarle a subir en la parte final de la ascensión. Habíamos llegado a 4870 metros y ya estábamos muy cerquita de nuestro objetivo.

Como no había tenido bastante, subí hasta un pico cercano de 4949 metros, ¡mi primer 4000!, que estaba muy cerca del refugio. Sorprendentemente no tenía nombre, y es que en Nepal a las montañas de menos de 5000 metros no las consideran como tal y no las bautizan. Pero yo me sentí de fábula con mi hito personal. En su cima estuve casi una hora disfrutando de las impresionantes vistas de los Annapurna II, III y Gangapurna al frente y el Purkhung (6126 m) y Putrun Himal (6500 m) a la izquierda. Todos los picos para mi único disfrute, unas vistas sobrecogedoras y probablemente el sitio más espectacular al que nunca haya llegado. Se respiraba una calma absoluta y me llené de energía positiva de cara al paso de Thorong-La del día siguiente. ¡Qué gozada!

Circuito del Annapurna. Manang-Letdar


El día empezó con decepción, pues a Fran le desaparecieron 5000 rupias (50 euros) que había separado el día anterior para poder comprar un billete de avión de vuelta a Pokhara desde Jomson en caso de necesidad. Dio la casualidad que durante nuestro día de aclimatación nuestro “amigo” francés Nicolas pasó largos ratos a solas en la habitación que compartíamos los cuatro. Aunque no podíamos probar que fuera él quien cometiera el hurto, hablamos con él en el desayuno, le explicamos los hechos y le dijimos que a pesar de no poder demostrar su autoría, preferíamos continuar el resto del viaje sin él, puesto que no nos ofrecía confianza. Un sabor agrio para comenzar el día.

Dejamos pasar un rato para tratar de olvidar el lamentable incidente y atacar el desayuno para iniciar la jornada con otro ánimo. Así pues, empezamos a caminar algo más tarde de lo previsto para evitar malas compañías, en una jornada que nos iba a llevar a superar los 4000 metros de altitud. Poco a poco vamos ganando altura, a pesar de las ampollas, y abandonamos definitivamente la zona de coníferas para dar paso a un paisaje típicamente alpino, árido pero de increíble belleza. Al poco tiempo se nos aparece el monte Chulu, que tiene 3 picos, aunque en esta ocasión solamente nos deja ver el pico oeste (6419 m) y el pico central (6584 m). Descansamos un rato a sus pies y proseguimos el camino hacia Yak Kharka. Casi sin darnos cuenta alcanzamos los 4000 metros de altitud, dato corroborado por el GPS, y nos hacemos la pertinente fotografía para conmemorar la “hazaña”.

Sin más dilación llegamos a Yak Kharka (4050 m), donde paramos a tomar un té calentito y descansamos un rato antes de llegar a Letdar (4200 m), donde conseguimos una habitación de auténtico milagro en el último lodge del pueblo, pues los otros dos que hay estaban llenos. Nos damos una ducha a cazos encima de un barreño a la antigua usanza, bajo un sol radiante y nos comemos un delicioso Dal-bhat. Pasamos la tarde jugando a las cartas hasta que a las siete y media decidimos ir a dormir, que al día siguiente había que madrugar algo más de lo habitual para alcanzar el High Camp pronto y no quedarnos sin alojamiento.

Y antes de ir a la cama…¡sorpresa! Empieza a nevar. Aparece un poco de canguelo e incertidumbre. ¿Podríamos continuar el camino al día siguiente? Cruzando los dedos esperamos que la cosa no fuera a mayores y pudieramos llegar sin contratiempos a nuestro destino. Acurrucándonos los tres embutidos en nuestros sacos y con un ataque de risas inesperado conseguimos entrar en calor y conciliar el sueño ¡Namaste y hasta mañana!