La esencia de Vietnam

En Vietnam todo es susceptible de ser copiado. En cualquier rincón encuentras una imitación, da igual de qué se trate, ellos ya lo habrán copiado...pero en esta ocasión fueron demasiado lejos.

Bahía de Halong

Vendedora ambulante en medio de la Bahía de Halong.

Angkor Wat

Visitando el edificio principal del recinto de Angkor, al que da nombre. Un edificio majestuoso, bello y lleno de historia.

Annapurna Circuit

Caminando por el Himalaya, rodeando el macizo del Annapurna, encontramos recónditos e increibles paisajes como el valle donde se encuentra el colorido pueblo de Tal.

Himalaya indio

Impresionantes vistas aéreas de los picos nevados de la cordillera del Himalaya en su parte más oriental, al norte de la India, en Ladakh.

18 de marzo de 2013

Circuito del Annapurna. Manang. Aclimatación



“Como una nube blanca de verano, en harmonía con el cielo y la Tierra, flota libremente en el cielo azul de horizonte a horizonte siguiendo la respiración de la atmósfera, del mismo modo el peregrino se abandona a sí mismo a la respiración de una vida más grande, que le conduce más allá de los horizontes más lejanos hacia un objetivo que ya está presente dentro de él, aunque aún escondido de su mirada”
                                                              
Lama Govinda (El camino de la nube blanca)

Después de una mala noche con dolores estomacales a causa del atracón de la noche anterior nos sorprendimos al levantarnos sin ninguna secuela. ¡Bien! Así que nos vamos a desayunar unos croissants de chocolate exquisitos antes de realizar una caminata al Praken Gompa, subiendo 300 metros de desnivel en apenas un kilómetro y medio para pasar el día a casi 4000 metros de altitud y así completar nuestra aclimatación. Además ¡subíamos sin mochilas! Parecía que volábamos. 


Llegamos rápidamente al pie de la estupa blanca que da la bienvenida al viajero. Nos descalzamos en señal de respeto y entramos al interior del minúsculo templo donde se encontraba un monje nonagenario ataviado con su traje rojo y con un extraño sombrero y que nos recibe a la voz de namaste. Nos sentamos en escrupuloso silencio Nicolas, Fran y yo. Diana prefirió quedarse sentada bajo el sol. El monje nos ofrece un amuleto y su bendición para que tengamos suerte y crucemos a salvo el paso del Thorong-La, y también nos ofrece una taza de té que aceptamos gustosamente. Acto seguido, el hombre se presenta como Lama Taichi (o algo parecido) y nos bendice nuevamente con sus oraciones y sus 96 años de sabiduría y experiencia. Nos sentíamos en otro mundo. Contribuí a la manutención del lama y su retiro adquiriendo un rosario de oraciones para mi madre que el monje colgó en mi cuello mientras me ofrecía nuevamente su bendición y comprobando minuciosamente si el billete que dejé encima de su altar era de la cantidad correcta, pues sus avanzadas cataratas le impedían hacerlo con facilidad. Dejando a un lado la turistada, la experiencia ha sido de lo más especial y gratificante.

Y después de nuestra experiencia espiritual nos hemos dedicado a contemplar estupefactos las impresionantes vistas que nos ofrecía el privilegiado emplazamiento donde se ubicaba el templo. Enfrente nuestro teníamos los Annapurna II (7937 m) y III (7555 m), el Gangapurna (7454 m) con su lengua glaciar que desemboca en el lago del mismo nombre, y más a su derecha el “pequeño” Tarke Kang (7069 m) y el Khangsar Kang (7485 m). ¡IMPRESIONANTE! Nos tiramos un par de horas allí contemplando una de las vistas más espectaculares que haya visto en mi vida.

Sin muchas ganas de abandonar un lugar tan especial, nos decidimos a iniciar el descenso y premiarnos con unas buenas hamburguesas de carne de yak que estaban tremendas.

Circuito del Annapurna. Upper Pisang-Manang



Nos levantamos temprano y desayunamos con la vista del Annapurna II bajo los primeros rayos de sol de la mañana. Impresionante. Nos esperaba una jornada dura por delante antes de llegar a Manang (3540 m), ascendiendo a las primeras de cambio 420 metros de desnivel en los primeros kilómetros, puesto que habíamos decidido ir por el camino antiguo para disfrutar de las mejores vistas posibles.

Mientras engullimos nuestro desayuno el sol va calentando un poco el ambiente y para cuando salimos al exterior ya no hace demasiado frío a pesar de estar a 3300 metros. Empezamos a caminar haciendo girar previamente los rodillos de oración antes de salir del pueblo con el fin de bendecir todos los lugares por los que pasaremos. Después de unos primeros tres kilómetros totalmente llanos cruzamos otro puente colgante más, esta vez con una gran caída por debajo (gran ejercicio para superar mi miedo a las alturas), y empezaba lo más duro del día, la ascensión hasta Ghyaru (3370 metros), 2 kilómetros de longitud y 400 metros de desnivel en un camino que zigzagueaba sin cesar y que ofrecía unas vistas más y más espectaculares a cada paso que dábamos. En este tramo sí que se hacía notar la altura y tuvimos nuestro primer momento delicado del día, que supimos solventar aplicando psicología positiva. Llegamos a Ghyaru y nos sentamos enfrente de su enorme estupa a recuperar el aliento y a avituallarnos un poco...y ¡SORPRESA! Vimos la cara del Annapurna II (7937 m), desafiante, enorme, maravillosa. Sentados al borde de un balcón natural pasamos más de media hora anonadados por el imponente Annapurna II, casi sin querer seguir adelante para seguir contemplando semejante mole, felices, contentos y risueños por poder disfrutar de este bellísimo paraíso. Y por primera vez se mostró el Annapurna III (7555 metros), a lo lejos, esperando atentamente nuestra visita. Desde Ghyaru dominas con la vista los dos valles que se abren ante ti y que recuerdan, especialmente a los pies del Annapurna III, al paisaje lunar de la Capadocia.
Una vez con las pilas recargadas y bien hidratados proseguimos el camino por su parte alta, poco a poco, sin prisa pero sin pausa, aclimatándonos tranquilamente a la altura. Este camino nos permite obtener unas vistas a cada paso más fascinantes, dejándonos boquiabiertos una vez más. Y lo que nos quedaba. Mientras ascendíamos, el nerviosismo y el desnivel nos hacían pasar por el segundo momento peliagudo del día ante unas cuestas que parecían no terminar nunca, pero el tesón, la calma y otra vez la psicología positiva surtieron efecto justo momentos antes de que el camino cambiara de rasante e iniciara un progresivo descenso hasta el pueblo de Ngawal (3680 metros), a los pies de un pequeño santuario nepalí. Paramos a los pies de unos rodillos de oración para intentar impregnarnos de energía positiva antes de encarar la parte final del recorrido y entrar en el valle que nos llevaría hasta Manang, el objetivo del día. A partir de Ngawal el camino tomaba un rápido descenso hasta llegar a una zona totalmente árida a las faldas del Annapurna III. A estas alturas la jornada ya empezaba a hacerse demasiado larga, especialmente con el sol cayendo sobre nuestras cabezas sin cesar. Una hora después de recorrer una senda polvorienta llegamos a Mungji. Allí encontramos una panadería en la que compramos una napolitana de chocolate y un bollo de canela que disfrutamos reclinados en una muralla de piedra y nos supieron riquísimos. Solamente nos quedaba una hora hasta Manang, el último esfuerzo del día. Y así llegamos a Manang (3540 m) tras 21 kilómetros de recorrido y 800 metros de desnivel acumulado, acompañados por un rebaño de yaks en los metros finales.

Lo mejor del día fue que al llegar Fran y Nicola ya habían encontrado hotel para los cuatro, por lo que no teníamos que realizar la cansina tarea de encontrar alojamiento y pudimos ir directamente a darnos una merecida ducha. Y ya limpitos pasamos la tarde con un rico té al limón y nos dimos un pequeño homenaje con una cena a base de enchilada, momos, rollos de primavera y una lassagna a la nepalí excelente. Nos lo habíamos ganado.

Circuito del Annapurna. Chame-Upper Pisang



La última noche fue realmente mala. Llevaba un par de días escapando al resfriado, pero finalmente me atrapó y me desperté de madrugada empapado en sudor, con una tiritona de las buenas. Afortunadamente me levanté bien y las vistas del Manaslu desde nuestra ventana ayudaron a que me sintiera mejor. ¡Así da gusto levantarse! Aunque sea a horas intempestivas.

Salimos desde Chame camino a Pisang. En esta jornada sobrepasaríamos los 3000 metros de altura. Podíamos elegir dos caminos, uno más sencillo que lleva hasta Lower Pisang (3250 m) con una subida progresiva, y otro más duro que lleva hasta Upper Pisang (3310 m), pero con subidas mucho más explosivas. Decidimos ir poco a poco y decidir en cuál de los dos pueblos dormiríamos en función de cómo nos encontráramos. Durante el transcurso del día el paisaje ha ido cambiando para dar paso a los bosques de coníferas. Una grata sensación sentir a tu alrededor olor a pino, te recuerda al olor de casa, al olor de pino del Mediterráneo y de los Pirineos.

A medida que avanzábamos nos despedíamos del Manaslu a la vez que nos adentrábamos en un paraje realmente espectacular, cruzando varios puentes colgantes por el camino, con una pared de piedra enorme, completamente lisa, perfectamente pulida, que en otro tiempo fue un fabuloso circo glaciar. Ya estábamos cerca de Pisang y decidimos pernoctar en Upper Pisang (3310 m). Mientras, el Annapurna II hacia otra vez acto de presencia por su cara noreste y volvía a dejarnos sin capacidad para articular palabra. ¡Qué espectáculo!

Después de encontrar hotel (aquí ya tuvimos que pagar por el alojamiento 150 rupias = 1,5 euros, gracias a que el hotel donde encontramos alojamiento gratuito decidió no darnos la habitación en el último momento y dársela a un guía local) fuimos a visitar el monasterio del pueblo, un lugar donde podrías quedarte horas y horas sentado, meditando o simplemente relajándote (y posiblemente acabar durmiéndote) sino fuera porque la multitud de turistas se esfuerza con ganas en romper el silencio y la magia del lugar. Aun así, estuve cerca de una hora contemplando el Annapurna II mientras se ponía el sol, a solas, sin poder dejar de mirarlo ¡Qué maravilla! Qué ganas de subir a su cumbre. Me tuve que conformar con mirarlo y seguir quedándome estupefacto, sin palabras.

Después de una cena un tanto mediocre, de que la pizza que pidió Diana se fuera al suelo y la sustituyeran por otra a medio hacer, un poquito de terapia grupal para afrontar los días que quedaban, una sesión de masaje y ya podíamos descansar.

Circuito del Annapurna. Danaque-Chame



Qué bien sienta levantarse y contemplar cómo el impresionante Manaslu te da los buenos días. Inmediatamente se te coloca una amplia sonrisa en el rostro y te olvidas de ampollas, dolores de espalda, etc. Después de desayunar, rellenar las botellas de agua en una drinking water station, en esta ocasión gratis por no haber nadie para cobrar, y conseguir un rollo de papel higiénico también gratis, ya podíamos proseguirel camino.

Nuestro siguiente objetivo era Chame, y para llegar existe un camino fácil y uno “difícil”. Durante el desayuno decidimos seguir el camino menos empinado, pero por equivocación, y por seguir al rebaño de trekkers, tomamos el camino “difícil”, ¡y menos mal que nos equivocamos!, porque las vistas del Manaslu fueron impresionantes, especialmente desde el pueblo de Thanchok (2570 m), y al final no resultó ser un camino tan duro a pesar de los 400 metros de desnivel que subimos en poco más de una hora. Después de dejar atrás Thanchok el camino nos depararía una agradable sorpresa, y es que el Annapurna II (7937 m) hizo acto de presencia. ¡Qué alegría! ¡Qué sensación! Es realmente increíble que pueda existir algo tan hermoso. Se nos hacía imposible dejar de mirarlo. Ya no dejaríamos de verlo el resto del camino.

Al llegar a Koto (2640 m) nos reencontramos con Fran y Nicola, que habían parado a comer. Paramos un rato para reponer fuerzas y ya continuamos los cuatro juntos hasta Chame (2710 m), donde nos esperaba, para nuestra sorpresa, una ducha de verdadera agua caliente. El resto de la tarde la pasamos jugando a la cartas al lado de la chimenea, aquí se empezaba a notar el fresquito por la noche.

Circuito del Annapurna. Chamche-Danaque



Esa noche me costó dormir más de lo normal, aunque al final lo conseguí. El día amaneció soleado y fresco, por lo que rápidamente nos pusimos en marcha ante lo exigente de la jornada. Antes de caminar, obviamente, un buen desayuno con un té calentito calienta el cuerpo y anima el espíritu. Las primeras dos horas y media han sido duras, salvando un gran desnivel en el último kilómetro, justo antes de llegar a Tal (1700 metros), pueblo que parecía no llegar nunca. A medida que caminábamos aparecía a lo lejos una cumbre nevada que parecía enviada por los dioses para animarnos a proseguir el camino sin decaer. Al coronar la colina, ni rastro de Tal, así que descanso de 10 minutos, consulta de mapa, perfil y panel de distancias informativo, y a continuar. Pocos metros después, tras cruzar un pórtico rudimentario y solitario, las vistas que aparecieron ante nuestros ojos quitaban el hipo. De repente olvidé el cansancio y el esfuerzo realizado. Ante nosotros se habría un valle maravilloso que bañaba al pueblo de Tal, que nos daba la bienvenida con el colorido de sus casas. Al entrar en Tal descansamos un rato, a la vez que rellenábamos las botellas de agua en la Safe drinking water station (una serie de puestos donde rellenan botellas con agua purificada, apta para el consumo inmediato, a un precio de 35-50 rupias dependiendo de la altitud del puesto) y a proseguir el camino hacia Danaque impregnados por el aroma de las plantaciones de marihuana silvestre que hay a la salida del pueblo. Si os lo preguntáis…¡NO, no nos hemos fumado un petardo!
 

El resto del camino fue bastante más sencillo, aunque en este tramo los pueblos están distribuidos de tal manera que siempre hay un hotel-restaurante solitario al inicio del pueblo, pero hasta el verdadero núcleo urbano pueden quedar entre 10 y 30 minutos, lo que al final del día puede llegar a desanimar un poco a medida que te acercas a tu destino final.

Finalmente, y tras 25 km, llegamos al objetivo del día, Danaque (2200 m), después de 6 horas de caminata. Encontramos un lodge al final del pueblo, que para nuestra desgracia estaba repleto hasta los topes, con lo que cuando me tocó el turno de ducha no quedaba agua caliente (en el recorrido, salvo excepciones, el agua caliente se obtiene de los depósitos de agua de los hostales calentados por la luz del sol) y tuve que ducharme con un agua completamente congelada ¡brrrrrrlllll! ¡Qué frío! Para resarcirme, dos platazos de un dal-bhat exquisito y una sobremesa con un calentito te al limón con jengibre y miel. Y a dormir, o al menos intentarlo, ya que el hotel estaba repleto de jóvenes israelíes fumando hierba y armando jaleo a los que tuvimos que llamar la atención en varias ocasiones antes de que nos permitieran descansar…en fin, ¡buenas noches!