Al día
siguiente empezaba nuestro particular periplo por Halong Bay. Antes de embarcar fuimos a aprovisionarnos bien, 5 garrafas
de 5 litros y una caja de 24 latas de cerveza, pues los tours por la bahía
nunca incluyen las bebidas. Imaginaros la cara que se le quedó a la tripulación
del barco cuando nos vio aparecer con el cargamento, pero la pela es la pela. Y
con nuestras sonrisas de oreja a oreja subimos al barquito con toda la ilusión
del mundo.
Poco
duró nuestra emoción. Justo lo que tardamos en entrar a nuestro camarote.
Inmediatamente la sonrisa se borró de nuestras caras y dio paso a una mueca de
horror y frustración al ver a una de nuestras adorables amiguitas de 6 patas.
Allí estaba, tras la puerta, panza arriba, disfrutando de la morada invadida, y
pidiendo a gritos ser pisoteada ¡Zas! Adiós adorable amiguita. A pesar de
blindar la habitación intentando tapar todos los agujeros existentes a nuestro
alcance, la plaga de pequeñas amiguitas era inevitable y poco podíamos hacer
que intentar olvidar el asunto y disfrutar del viaje, y así hicimos, aunque con
esfuerzo. Ya no fuimos capaces de dormir en el camarote ninguna de las 2
noches. La primera en cubierta, aunque sin cucarachas también la hubiéramos
pasado arriba, ¡qué calor hacía en el barco! La segunda, hacinados en 2
“sofás”, pues hubo tormenta y no pudimos utilizar la cubierta. Al día siguiente
no éramos capaces de poner la espalda recta.
A pesar
de este contratiempo, el viaje por la bahía de Halong fue espectacular. El
paraje es sensacional, indescriptible. Por todas partes sobresalen peñones
kársticos coronados por pequeños y espesos bosques que sin querer te trasladan
a un pequeño mundo perdido en donde en cualquier momento pueden aparecer seres
extraños y en donde la sensación de soledad, tranquilidad y sosiego es
absoluta, en definitiva, un lugar donde el tiempo se para. Por suerte, esta
sensación se vio facilitada porque nuestro barquito navegó por zonas muy poco
frecuentadas por las hordas de cruceros que invaden otras zonas de la bahía.
Otros amigos que encontramos por el camino no tuvieron la misma suerte y
zarparon desde la ciudad de Halong, siguiendo el mismo recorrido que otros
centenares de barcos y perdiendo la esencia del viaje. Por fortuna, nosotros
pudimos disfrutar la bahía con muy poca compañía, pudiendo disfrutar de un
chapuzón en un mar solitario y sintiendo que ese pedacito de mundo solamente nos
pertenecía a nosotros.
Y una
vez acabado el crucero, tocaba poner tierra de por medio para intentar reclamar
una compensación por las malas condiciones de mantenimiento que presentaba
nuestro barco. Después de diversos correos electrónicos mostrando clara y
fervientemente nuestro descontento, el dueño de la empresa (Ecofriendly tours) accedió a devolvernos
el 40% del importe total a modo de compensación. Ciertamente, cuando le escribí
el primer correo, no esperaba obtener ninguna respuesta positiva, sino tan solo
usar mi derecho a la pataleta, pues bien es sabido que una vez has pagado, poco
tienes que ganar cuando haces una reclamación. Pero en esta ocasión tuvimos
mucha suerte, y que nos devolviera casi la mitad nos sorprendió mucho, mucho y
mucho, pero nos vino de perlas para arreglar un poco el presupuesto del mes. Ya
os imagináis como lo celebramos ¿eh?
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