Tras
varios días de calma en Sapa, y disfrutando aún de haber coronado la cima del
Fansipan (y padeciendo también las agujetas correspondientes), nos plantamos en
Hanoi después de un largo viaje en sleeper
bus, nuestro primer autobús nocturno en Vietnam y muchísimo más cómodo que los que tuvimos que utilizar en China. En éstos podíamos regular la
inclinación del asiento, estirarnos completamente sin necesidad de
dormir en posición fetal, olía bastante mejor y, sobre todo, no había ningún chino
escupiendo cada dos por tres. Además, conocimos unos chicos españoles muy
majetes que habían estado en Camboya y nos dieron algunos consejillos de cara a
nuestro futuro paso por el reino Jemer. Así pues, tras 10 horitas de nada, por fin nos plantamos en la capital de Vietnam.
Hanoi,
ciudad de casi 4 millones de habitantes, también llamada en su momento Thanh
Long (Ciudad del dragón volador), es una ciudad que nos había despertado cierto
temor, pues algunos viajeros que encontramos por el camino nos habían advertido
que era una ciudad terriblemente caótica, ruidosa, sofocante y agobiante, por
lo que en un primer momento pensamos en escapar cuanto antes del bullicio de la
metrópolis e ir a buscar un remanso de paz en medio de la naturaleza. Por
fortuna, no lo hicimos y pasamos 2 noches en la ciudad. Nada más llegar, a
regatear, esta vez con un taxista. El tiro nos salió un poco por la culata,
pero no tuvimos que pedir un rescate a la Merckel, así que puestos sobre aviso, fuimos a
negociar hoteles cerca de la zona mochilera hasta que conseguimos uno económico
y con desayuno buffet incluido (que ha sido de los mejores desayunos de los que
disfrutaríamos en nuestro paso por este país con forma de dragón). Y después, a
callejear.
Nuestra
primera impresión de la capital fue muy buena, pues después de la mala imagen
que teníamos de ella en base a los comentarios recibidos, y comparándola con la
capital china (que a nosotros nos pareció horrible), Hanoi nos ofreció una cara
más amable. Primero porque resultó ser una ciudad fácil para caminar, sin
distancias exageradas, y el famoso bullicio y colapso de sus calles, con miles
de motos circulando, aunque despierta la atención de un occidental, no puede
compararse ni por asomo al agresivo desorden de Beijing, por lo que nos
sentimos bastante cómodos, y encima tienen bia
hoi, cerveza a 20 céntimos, ¡qué
más se puede pedir!
Como
habíamos quedado con la hermana de un amigo para comer, la cual vive en Hanoi,
dedicamos la mañana a visitar el Templo
de la literatura, sede de la primera universidad nacional, vestigio de la
arquitectura tradicional vietnamita, de clara influencia china, que consta de
cinco patios decorados con sencillos jardines, un estanque, y donde Confucio
parece ser adoctrinaba a sus alumnos. Una visita relajante para alejarse del
bullicio de las calles de la ciudad. Tras esta corta visita, decidimos poner
rumbo a la plaza de Ba Dinh, epicentro del legado comunista en Vietnam y lugar
donde se encuentra el Mausoleo de Ho Chi
Minh, un edificio cuadrado al más puro estilo soviético, en donde reside el
cuerpo embalsamado de Ho Chi Minh, el “amado líder” comunista de los
vietnamitas, fundador de la Liga Juvenil
Revolucionaria de Vietnam (o Viet Minh) en 1925 y declaró la independencia
del país el 2 de septiembre de 1945. Una vez terminada la guerra de Indochina, el Viet Minh fue disuelto, aunque sus miembros fundarían en 1960 el Frente Nacional de Liberación, también conocido como Viet Cong.
Dicho templo es visita obligada para los vietnamitas, que forman largas colas en torno al mausoleo para visitar a su difunto líder. Transitar por la plaza es misión imposible, pues unos “simpáticos” policías militares te lo prohíben amablemente. Al no poder acercarnos a contemplar los aledaños del mausoleo, seguimos caminando para contemplar el esplendor del máximo exponente de la arquitectura comunista en Vietnam antes de ir a probar unos suculentos platos típicos del país, como el Bun cha, el Bun bo nam bo o los rollitos de primavera, mmmmmm, mientras compartíamos la comida con nuestra amiga Carmen y escuchábamos atentos sus consejos e historia sobre la vida en Hanoi. El resto del día transcurrió descansando y pateando la ciudad en busca de fresquitas bia hoy y puestos en la calle donde poder acallar a nuestros estómagos, toda una experiencia.
Dicho templo es visita obligada para los vietnamitas, que forman largas colas en torno al mausoleo para visitar a su difunto líder. Transitar por la plaza es misión imposible, pues unos “simpáticos” policías militares te lo prohíben amablemente. Al no poder acercarnos a contemplar los aledaños del mausoleo, seguimos caminando para contemplar el esplendor del máximo exponente de la arquitectura comunista en Vietnam antes de ir a probar unos suculentos platos típicos del país, como el Bun cha, el Bun bo nam bo o los rollitos de primavera, mmmmmm, mientras compartíamos la comida con nuestra amiga Carmen y escuchábamos atentos sus consejos e historia sobre la vida en Hanoi. El resto del día transcurrió descansando y pateando la ciudad en busca de fresquitas bia hoy y puestos en la calle donde poder acallar a nuestros estómagos, toda una experiencia.
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