28 de septiembre de 2012

Under the typhoon

Después de cambiarnos a un hotel más barato, buscar un supermercado (cosa que escasea en este país), aprovisionarnos de agua y haber desayunado, lo poco que podíamos hacer en esta isla, y lo que más nos apetecía ese día, era ir a disfrutar de las playas de Cat Ba. Cerca del mismo pueblo existen 3 playas, llamadas Cat Co 1, 2 y 3 (no se esmeraron mucho buscando nombres). La número 1 está en frente de un macrohotel y llena de turistas chinos, lo que invitaba a no acercarse por allí. La número 2 era un remanso de paz y lugar de baño de los turistas occidentales que estábamos en la isla, que ese día no llegábamos a 10, totalmente increíble, pues la playa, a pesar de que el agua no está en las mejores condiciones, es fantástica, y en un entorno fenomenal al lado de la Bahía de Halong. ¡Qué más podíamos pedir!

Por desgracia, ese día pacífico se vio truncado de repente por la lluvia. Al principio no pensamos que cuatro gotas fueran suficientes para privarnos de nuestro baño, así que seguimos disfrutando de la solitaria playa, pero como la cosa en lugar de apaciguarse parecía ir a más decidimos ir en busca de refugio y alimento, y acertamos de pleno. Ajenos a las previsiones meteorológicas, en el hotel nos informaron que durante la tarde iba a llegar la cola del tifón que estaba asolando Filipinas en su camino hacia China, y que tendríamos una tarde-noche de intensa tormenta. No se equivocaron. A media tarde, mientras nosotros interneteabamos e intentábamos comunicarnos con nuestras familias, la isla se sumió en la oscuridad y la tormenta empezó a aumentar de intensidad rápidamente truncando nuestras intenciones de pasear antes de cenar, por lo que decidimos no movernos del hotel y quedarnos a resguardo, no fuera que el tifón nos pasara una mala jugada. Así pues, cenamos en nuestro hotel. Por si acaso no sobrevivíamos al tifón, hicimos un paréntesis en nuestra dieta de arroz y noodles y pedimos, además de arroz, un poco de pollo, que aunque era caro, no nos íbamos a arruinar por un día y había que aportar proteínas de vez en cuando (¡qué cara es la carne en Asia!). Lo peor llegó cuando nos trajeron el pollo. ¡Solo 1 puto y minúsculo muslo de pollo! Y nos lo trajeron en el plato más grande que tenían. Se me quedó una cara…¡no me lo podía creer! El puto muslo era carísimo y solo era hueso, ¡ni repelándolo sacabas algo de carne! Y el tifón apretando…¿y si no podíamos volver a comer en días? Al menos si íbamos a salir volando, qué menos que con el estómago lleno. ¡Qué desilusión me llevé con el maldito "muslo" de pollo! Con el hambre que teníamos...
Como no podía ser de otra manera, ahogamos las penas con una Tiger a la luz de las velas y con la orquesta del vendaval de fondo. El resto de la noche la pasamos colocando toallas en las rendijas de las puertas para que no se inundara la habitación y cruzando los dedos para que la tormenta no resquebrajara los cristales de la misma con cada nuevo envite. Finalmente, la cosa se apaciguó y pudimos respirar tranquilos. ¡Habíamos sobrevivido a nuestro primer tifón!


0 comentarios:

Publicar un comentario