4 de septiembre de 2012

Hanoi

Tras varios días de calma en Sapa, y disfrutando aún de haber coronado la cima del Fansipan (y padeciendo también las agujetas correspondientes), nos plantamos en Hanoi después de un largo viaje en sleeper bus, nuestro primer autobús nocturno en Vietnam y muchísimo más cómodo que los que tuvimos que utilizar en China. En éstos podíamos regular la inclinación del asiento, estirarnos completamente sin necesidad de dormir en posición fetal, olía bastante mejor y, sobre todo, no había ningún chino escupiendo cada dos por tres. Además, conocimos unos chicos españoles muy majetes que habían estado en Camboya y nos dieron algunos consejillos de cara a nuestro futuro paso por el reino Jemer. Así pues, tras 10 horitas de nada, por fin nos plantamos en la capital de Vietnam.
Hanoi, ciudad de casi 4 millones de habitantes, también llamada en su momento Thanh Long (Ciudad del dragón volador), es una ciudad que nos había despertado cierto temor, pues algunos viajeros que encontramos por el camino nos habían advertido que era una ciudad terriblemente caótica, ruidosa, sofocante y agobiante, por lo que en un primer momento pensamos en escapar cuanto antes del bullicio de la metrópolis e ir a buscar un remanso de paz en medio de la naturaleza. Por fortuna, no lo hicimos y pasamos 2 noches en la ciudad. Nada más llegar, a regatear, esta vez con un taxista. El tiro nos salió un poco por la culata, pero no tuvimos que pedir un rescate a la Merckel, así que puestos sobre aviso, fuimos a negociar hoteles cerca de la zona mochilera hasta que conseguimos uno económico y con desayuno buffet incluido (que ha sido de los mejores desayunos de los que disfrutaríamos en nuestro paso por este país con forma de dragón). Y después, a callejear.
Nuestra primera impresión de la capital fue muy buena, pues después de la mala imagen que teníamos de ella en base a los comentarios recibidos, y comparándola con la capital china (que a nosotros nos pareció horrible), Hanoi nos ofreció una cara más amable. Primero porque resultó ser una ciudad fácil para caminar, sin distancias exageradas, y el famoso bullicio y colapso de sus calles, con miles de motos circulando, aunque despierta la atención de un occidental, no puede compararse ni por asomo al agresivo desorden de Beijing, por lo que nos sentimos bastante cómodos, y encima tienen bia hoi, cerveza a 20 céntimos, ¡qué más se puede pedir!
Como habíamos quedado con la hermana de un amigo para comer, la cual vive en Hanoi, dedicamos la mañana a visitar el Templo de la literatura, sede de la primera universidad nacional, vestigio de la arquitectura tradicional vietnamita, de clara influencia china, que consta de cinco patios decorados con sencillos jardines, un estanque, y donde Confucio parece ser adoctrinaba a sus alumnos. Una visita relajante para alejarse del bullicio de las calles de la ciudad. Tras esta corta visita, decidimos poner rumbo a la plaza de Ba Dinh, epicentro del legado comunista en Vietnam y lugar donde se encuentra el Mausoleo de Ho Chi Minh, un edificio cuadrado al más puro estilo soviético, en donde reside el cuerpo embalsamado de Ho Chi Minh, el “amado líder” comunista de los vietnamitas, fundador de la Liga Juvenil Revolucionaria de Vietnam (o Viet Minh) en 1925 y declaró la independencia del país el 2 de septiembre de 1945. Una vez terminada la guerra de Indochina, el Viet Minh fue disuelto, aunque sus miembros fundarían en 1960 el Frente Nacional de Liberación, también conocido como Viet Cong.





Dicho templo es visita obligada para los vietnamitas, que forman largas colas en torno al mausoleo para visitar a su difunto líder. Transitar por la plaza es misión imposible, pues unos “simpáticos” policías militares te lo prohíben amablemente. Al no poder acercarnos a contemplar los aledaños del mausoleo, seguimos caminando para contemplar el esplendor del máximo exponente de la arquitectura comunista en Vietnam antes de ir a probar unos suculentos platos típicos del país, como el Bun cha, el Bun bo nam bo o los rollitos de primavera, mmmmmm, mientras compartíamos la comida con nuestra amiga Carmen y escuchábamos atentos sus consejos e historia sobre la vida en Hanoi. El resto del día transcurrió descansando y pateando la ciudad en busca de fresquitas bia hoy y puestos en la calle donde poder acallar a nuestros estómagos, toda una experiencia.

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