Circuito del Annapurna. Pokhara-Besi Shahar-Ngadi

Nos levantamos a las 5 de la mañana después de haber dormido tan solo 4 horas. Un lavado de cara y a cargar con las mochilas en busca de un taxi que nos lleve a la estación de autobuses. Conseguimos que nos lleve por 150 rupias, algo caro, pero a esas horas, con la ciudad aún sin despertar, aun tuvimos suerte de encontrar un taxi a las primeras de cambio. Una vez en la estación tomamos un lemon tea calentito que, aunque no haga frío, nos sienta de perlas a esas horas de la mañana. Con un poquito de retraso cargamos las mochilas en la parte superior del “autobús turístico”, que disponía de todas las comodidades imaginables…jajaja, ¡ni de coña! Como era de esperar, el autobús parecía desmontarse por momentos, e iba hasta los topes, aunque para nuestra sorpresa quedaban huecos en el suelo donde hubiera cabido más gente. Así pues, podíamos decir que sí, estábamos en un autobús turístico. 

 A pesar de los asientos destartalados y de los mil botes que sufrimos en la parte trasera del autobús, el sueño ganó la partida y me pegué una buena siesta hasta que hicimos la parada para desayunar. Durante el trayecto tuvimos que realizar una intervención de emergencia y atar el reposabrazos de un asiento al respaldo para que no se moviera y atravesara al chico inglés que iba sentado a mi lado en uno de los imprevisibles botes que diera el autobús. En el trayecto conocimos a Nicolas, un chico francés que viajaba por su cuenta, que también estaba viajando por el mundo durante un año, y que decidió unirse a nosotros para realizar el trekking en compañía.

A las 11 de la mañana llegábamos a Besi Shahar, a 820 metros de altitud, el punto de inicio del circuito del Annapurna. Nos registramos en el punto de control y nos pusieron el sello en nuestra tarjeta TIMS. Ya estábamos listos para empezar el trekking, solamente faltaba ponernos las mochilas. Una vez puestas me costó mantener el equilibrio, ¿qué cojones llevaba que pesaba tanto? Se suponía que habíamos dejado la mitad del equipaje en Pokhara, mención aparte de mi cámara fotográfica, que llevaba en una segunda mochila y que añadía 5 kg a mi peso. Ahí estaba la cuestión, además de los 3 litros de agua y la comida que llevábamos para el trayecto. En definitiva, llevaba sobre mi espalda entre 15 y 18 kilos ¡una burrada! Pero con ilusión todo se atenúa, así que nos pusimos en marcha. Tras 3 horas y media llegábamos a Ngadi (890 m), no demasiado exhaustos pero con la espalda molida por el peso cargado a nuestros hombros. Creo que nunca había padecido unos dolores de espalda tan horribles. Aquí paramos a comer y, viendo la hora que era y el tiempo previsto hasta el siguiente pueblo, decidimos pernoctar en Ngadi y proseguir al día siguiente, y con acierto, pues a la mañana siguiente comprobaríamos que el siguiente pueblo quedaba a más de 2 horas de camino.

Después de negociar conseguimos alojamiento gratuito a cambio de cenar y desayunar en el mismo lodge (una práctica habitual durante el trekking hasta Manang). No recuerdo el nombre, pero era el último alojamiento de la parte baja del pueblo, por donde transcurre el camino. Era muy, muy sencillo, pero tenía mosquitera y nos trataron de maravilla. La única pega, que después de la primera jornada no habíamos conseguido avistar ningún pico. Lo mejor, aparte del paisaje, que la lluvia nos respetó durante el día y esperó a que se hiciera de noche para hacer acto de presencia, ¡qué suerte!