18 de marzo de 2013

Circuito del Annapurna. Manang. Aclimatación



“Como una nube blanca de verano, en harmonía con el cielo y la Tierra, flota libremente en el cielo azul de horizonte a horizonte siguiendo la respiración de la atmósfera, del mismo modo el peregrino se abandona a sí mismo a la respiración de una vida más grande, que le conduce más allá de los horizontes más lejanos hacia un objetivo que ya está presente dentro de él, aunque aún escondido de su mirada”
                                                              
Lama Govinda (El camino de la nube blanca)

Después de una mala noche con dolores estomacales a causa del atracón de la noche anterior nos sorprendimos al levantarnos sin ninguna secuela. ¡Bien! Así que nos vamos a desayunar unos croissants de chocolate exquisitos antes de realizar una caminata al Praken Gompa, subiendo 300 metros de desnivel en apenas un kilómetro y medio para pasar el día a casi 4000 metros de altitud y así completar nuestra aclimatación. Además ¡subíamos sin mochilas! Parecía que volábamos. 


Llegamos rápidamente al pie de la estupa blanca que da la bienvenida al viajero. Nos descalzamos en señal de respeto y entramos al interior del minúsculo templo donde se encontraba un monje nonagenario ataviado con su traje rojo y con un extraño sombrero y que nos recibe a la voz de namaste. Nos sentamos en escrupuloso silencio Nicolas, Fran y yo. Diana prefirió quedarse sentada bajo el sol. El monje nos ofrece un amuleto y su bendición para que tengamos suerte y crucemos a salvo el paso del Thorong-La, y también nos ofrece una taza de té que aceptamos gustosamente. Acto seguido, el hombre se presenta como Lama Taichi (o algo parecido) y nos bendice nuevamente con sus oraciones y sus 96 años de sabiduría y experiencia. Nos sentíamos en otro mundo. Contribuí a la manutención del lama y su retiro adquiriendo un rosario de oraciones para mi madre que el monje colgó en mi cuello mientras me ofrecía nuevamente su bendición y comprobando minuciosamente si el billete que dejé encima de su altar era de la cantidad correcta, pues sus avanzadas cataratas le impedían hacerlo con facilidad. Dejando a un lado la turistada, la experiencia ha sido de lo más especial y gratificante.

Y después de nuestra experiencia espiritual nos hemos dedicado a contemplar estupefactos las impresionantes vistas que nos ofrecía el privilegiado emplazamiento donde se ubicaba el templo. Enfrente nuestro teníamos los Annapurna II (7937 m) y III (7555 m), el Gangapurna (7454 m) con su lengua glaciar que desemboca en el lago del mismo nombre, y más a su derecha el “pequeño” Tarke Kang (7069 m) y el Khangsar Kang (7485 m). ¡IMPRESIONANTE! Nos tiramos un par de horas allí contemplando una de las vistas más espectaculares que haya visto en mi vida.

Sin muchas ganas de abandonar un lugar tan especial, nos decidimos a iniciar el descenso y premiarnos con unas buenas hamburguesas de carne de yak que estaban tremendas.

0 comentarios:

Publicar un comentario