1 de abril de 2013

Circuito del Annapurna. Ghasa-Tatopani


Iniciamos temprano la que sería, desgraciadamente, nuestra última etapa del trekking y que nos llevaría hasta Tatopani, donde disfrutaríamos de un par de días de relax antes de volver a Pokhara. Empezamos a caminar y descubrimos donde habíamos dormido era el primer asentamiento de Ghasa, pues como viene siendo habitual el verdadero núcleo urbano se encontraba más adelante, a un kilómetro de distancia, donde hay un par de alojamientos de mejor calidad, un curioso cuartel militar, muy rústico y desvencijado, y posibilidad de subirse a algún autobús que te lleve hasta Tatopani o incluso Beni.

Seguimos las calles empedradas que atraviesan el pueblo, evitando la carretera, cruzando un puente colgante a la salida del pueblo que nos lleva por el margen este del río, atravesando pueblos de montaña tan curiosos como Kopchepani (1480 m) y Gadpar (1420 m), donde se hacían visibles las consecuencias de la endogamia de estas poblaciones, divisando Dana (1400 m) desde lo lejos, al otro lado del río, hasta que llegamos al enésimo puente colgante que nos devolvería a la carretera para llegar a Tatopani (1200 m) en veinte minutos. Un total de cinco horas de caminata y ochocientos metros de descenso para llegar a nuestro punto final del trekking después de 230 kilómetros totales. Contentos de haber llegado hasta aquí y muy tristes por tener que marcharnos sin haber subido a Poon Hill, que dejaríamos para otra ocasión.

A Tatopani llegamos con la intención de pasar un par de días para descansar y relajarnos en sus aguas termales, de las que nos habían hablado bastante bien. Nada más llegar, sin tregua, fuimos en busca de hotel. Tatopani es un pueblo pequeño pero con bastante oferta hotelera, pero tiene un grave problema, ya que en todos los hoteles te ponen una condición para que te puedas alojar en ellos, y es que hagas todas las comidas en el mismo hotel ¿¡pero están locos?! No había manera de hacerles cambiar de opinión. Daba igual que tuvieran el hotel vacío, o comías allí o no te daban habitación. Nos recorrimos todo el pueblo y encontramos uno que sí nos daba alojamiento sin condiciones. Solamente tenía un problema, era una verdadera pocilga, así que seguimos la búsqueda. Al final, un poco desanimados, desesperados y cabreados, después de una larga negociación, conseguimos que nos dejaran una habitación en el último alojamiento del pueblo, al “módico” precio de 300 rupias, pero con la libertad de poder comer donde se nos antojara (pues en Tatopani hay un par de restaurantes mucho más baratos que los hoteles).

Cansados después de la fatigante búsqueda hotelera, nos pusimos el bañador y fuimos a las termas dispuestos a darnos un relajante baño. Pagamos 60 rupias por la entrada. Las termas constaban de dos piscinas, de las cuales una estaba vacía. La que tenía agua…¡estaba ardiendo! A ver quién era el guapo que se metía ahí dentro. Nuestras ilusiones de bañarnos hasta estar más arrugados que unas pasas se fueron al traste. Pero no podíamos irnos de allí sin bañarnos, haciendo gala de nuestra tozudez, fuimos entrando poquito a poco. Primero la punta del pie. Después el pie entero. Luego las piernas. Y así hasta conseguir meternos de cuerpo entero unos minutos y salir rápidamente antes de escaldarnos. Repetimos el proceso varias veces y al final disfrutamos de nuestro “baño de placer”. No era lo que esperábamos pero tampoco estuvo tan mal.

Los dos días que pasamos en Tatopani nos dedicamos a levantarnos cuando nos apetecía, sin madrugones, a dar paseos por los alrededores (cortos, no había mucho que rascar por allí), remojarnos los pies en la gélida agua del río y comer bien, muy bien. Un buen final para el trekking.

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