“El
resto de criaturas miran abajo hacia la tierra, pero al hombre se le dio una
cara para que pudiera volver sus ojos hacia las estrellas y elevar la mirada al
cielo”
Ovidio
(Las Metamorfosis)
Y al fin
llegó. El día más duro del trekking y el más emocionante. Superaríamos los 5000
metros de altitud y llegaríamos a los 5416 metros en el paso del Thorong-La.
Hemos
amanecido a las 5:30 de la mañana con un paisaje nevado y una vista del
Annapurna III y el Gangapurna bajo un cielo azul oscuro iluminado por los
primeros rayos de sol realmente sobrecogedora. Un buen desayuno y en marcha.
Hacía un frío que se las pelaba. Los dedos de los pies se me congelaban e
intentaba moverlos mientras caminábamos para hacerlos entrar en calor, hasta
que con ayuda del sol y el ejercicio empecé a notar el intenso dolor de la
reperfusión que por otro lado resultaba aliviador.
En seguida
llegamos a los 5000 metros, justo después de cruzar un puente metálico, y como
no, nos sacamos una foto para conmemorar el hito. Poco después llegamos a una
casa de té donde hicimos un alto en el camino, tomamos algunas fotos y nos
congelamos un poco más las manos. Todavía quedaban casi 400 metros de desnivel
y la altura se dejaba notar. Afortunadamente nos encontramos en mejor condición
de la que esperábamos y subimos a buen ritmo pero sin forzar demasiado la
marcha mientras vemos las caras desencajadas de muchos trekkers que suben agonizando por llevar un ritmo demasiado alto.
Esto nos hace bajar un poquito el pie del acelerador para evitar que nos pase
lo mismo. No tardando mucho alguno de ellos acaba subiendo a uno de los
numerosos caballos que esperaban ansiosos en medio del camino a que los
montañeros desfallecieran, y por algo estaban ahí, pues son muchos más de los
que esperaba los que optan por este medio de transporte. Nosotros seguimos
ascendiendo bajando un poquito más el ritmo para afrontar los últimos metros
con calma y que no se nos haga la ascensión eterna. Y así continuamos hasta que
en el horizonte asoman las miles de banderas de oraciones que indican que el
Thorong-La está cerca. Quince minutos más y ¡por fin llegamos! Estamos en el
paso de Thorong-La, a 5416 metros, los tres, con nuestras mochilas, sin guías
ni porteadores. ¡Lo hemos conseguido! Sin ninguna duda es uno de los momentos
más felices y especiales de toda mi vida. El viento y el frío intenso no
amargan ni un ápice el momento. Foto por aquí, foto por allá, inmortalizamos el
momento como se merece, tomamos un té calentito y ponemos rumbo a Muktinath.
Aún nos quedan 1700 metros de descenso que se presupone largo, pero con la
esperanza de ver por fin el Annapurna, que según nos había dicho un entrañable
montañero de 72 años, aparecería poco después de pasar el Thorong-La. Lo que no
sabíamos es que el hombre había errado sus cálculos y todavía nos quedarían
varias jornadas antes de poder vislumbrar el Annapurna. Pero daba igual.
Continuamos el
vertiginoso descenso mientras a lo lejos van apareciendo nuevas cumbres, que
creíamos una era la del Annapurna. Más allá de la realidad, una vez en
Muktinath nos dirían que lo que veíamos eran el Nilgiri norte (7061 m) y
el Nilgiri
central (6940 m), ¡qué lástima! Tendríamos que esperar unos días más
para poder verlo y, con un poco de suerte, también el Daulaghiri. El descenso
se hace largo, pero finalmente llegamos a Muktinath (3800 m) después de ocho
horas de caminata. Encontramos un alojamiento fantástico sin dar muchas vueltas y nos
damos una merecida ducha de agua bien, bien caliente.
Finalmente celebramos la etapa trincándonos un filete de Yak y una
cervecita entre los tres, que ya había ganas.
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