4 de noviembre de 2012

Ho Chi Minh City


Después de nuestro encuentro con la fauna salvaje vietnamita nos dirigimos hacia el centro económico y comercial del país, la antigua Saigón, que hoy lleva el nombre del tío Ho Chi. Allí pasaríamos el Día Nacional de Vietnam (2 de Septiembre), día que conmemora la proclamación de independencia del país promulgada por su amada líder Ho Chi Minh.

Nos habían alertado de lo caótico de esta ciudad, del agobiante tráfico de sus calles, del cual nos dijeron que era muchísimo más sofocante que el de Hanoi, pero nuestra impresión (quizás porque íbamos sobre aviso) no fue esa ni mucho menos. Es cierto que Saigón es caótica, tiene muchísimo tráfico, etc, pero muy similar a Hanoi desde mi punto de vista, sin grandes diferencias. Pekín nos pareció muchísimo más agobiante, con una manera de conducir realmente agresiva y sin ningún lugar a dudas mucho más irrespirable (especialmente para un asmático) que Saigón con diferencia. Lo que sí es bastante más cara que el resto del país, y también se nota la diferencia.

Gracias a unos chicos irlandeses conseguimos una habitación por 4 dólares persona en una “pensión” con una chica muy graciosa que solo sabía decir “my friend is coming” y “no problem” y en la que a la mínima se iba la luz, pero era lo más económico del lugar y con una relación calidad-precio razonable. Vimos cuchitriles más caros que eran absolutamente inhabitables, dignos de la conocida película de zombies del señor Balagueró que debería ocupar los estantes de películas de serie Z de los videoclubs, o simplemente desaparecer.

Lo mejor de nuestra estancia en esta ciudad, y quizá lo único que merece la pena, fue la visita al Museo de la Guerra, que aunque ofrece una visión muy partidista (lógico en un país comunista) de los acontecimientos, pone sobre la mesa detalles, información y documentos gráficos del conflicto que no llegan a nuestro sesgado mundo occidental. La entrada cuesta 20000 dong (0,8 euros) y es válida para todo el día (el museo cierra a mediodía y vuelve a abrir a las 4 de la tarde si no recuerdo mal). Merece mucho la pena realizar la visita con calma. El edificio consta de 3 plantas y la visita se empieza en el tercer piso, en donde se ordenan cronológicamente los episodios del conflicto y aprendes que la guerra estalló por las  diferencias entre Vietnam del Norte y Vietnam del Sur, entrando en escena primero los franceses al ver peligrar su colonia, y más tarde los americanos, que como siempre, se metieron donde nadie les llama.

El otro punto estrella del museo se encuentra en el segundo piso, en donde se muestra una colección de fotografías (algunas impactantes) de las atrocidades que cometieron los americanos en la guerra de Vietnam y los efectos que produjeron los agentes químicos sobre la población civil. Es sobre todo llamativo el llamado Orange agent, considerado el arma biológica más nociva jamás creada. Aquí podremos ver fotografías de sobras conocidas por nosotros, como la llamada La niña del napalm, entre otras. El punto flaco de esta exposición, como es evidente, es la ausencia de imágenes que muestren las atrocidades que cometía el Viet Cong, pero como un país comunista va a reconocer y divulgar las barbaridades que cometieron. A pesar de ello, la visita al museo consideramos que es imprescindible si decides pasar por Saigón.

La otra parte positiva de Saigón es que nos reencontramos con Rubén, Sabina y Laura antes de que volvieran a España y que Sabina me quitó a jeringazos un tapón de cera que me había estado dando el coñazo durante una semana. Imaginadme intentando entender a la gente con mi supernivel de inglés y sordo como una tapia. Como Paco Martínez Soria en La ciudad no es para mí.

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